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A medida que el acceso a la propiedad se vuelve más estrecho, los bienes raíces se vuelven más populares. Cuanto más hablamos de esto, más parece que el mundo está dispuesto a hacer cualquier cosa para hacerse propietario.
Este frenesí procede del mismo fenómeno que golpeó el papel higiénico hace dos años. A fuerza de ver en las noticias de los clientes discutir los paquetes delante de tabletas vacías, el deseo de correr hacia Costco para llenar su SUV se hace apremiante.
El mercado inmobiliario es hoy objeto de lo que en inglésse llama el “fear of missing out” (FOMO), es decir, el temor, alimentado por los demás, de perderse algo, de no estar en el juego. Genera una especie de ansiedad que hay que aliviar, y la creencia de que podemos enriquecernos finalmente nos convence de ir lo que sea.
Este movimiento tiene el efecto de devaluar el alquiler, cada vez más percibido como una antecámara, un segundo plano, a la espera de unirse al gran club de los propietarios. Si te metes, se convierte en un perdedor.
Sin embargo, vivir en alquiler es ideal para muchos hogares, además de ser a menudo una mejor opción financiera.
Nada perfecto en propiedad
No niego las ventajas de la propiedad: ahorros forzados, estabilidad, protección contra la inflación, refugio fiscal. Tampoco debemos exagerar estas ventajas. En un corto período de tiempo, en un contexto de sobrecalentamiento, la propiedad inmobiliaria crea la impresión de un enriquecimiento rápido, gracias al efecto palanca (escasa puesta de fondos, gran endeudamiento).
Olvidamos lo que cuesta: impuestos sobre la propiedad, impuestos de mudanza, gastos de transacción, mudanza, mantenimiento, reparaciones, intereses hipotecarios.
Uno se gasta de la “plus-value”
que se acumula en su propiedad, pero no conozco a nadie que pueda evaluar el rendimiento realizado con su casa. Con todo lo que hay que pagar, hay motivos para estar decepcionado.
Cuando uno adquiere su vivienda a costa de explorar los límites de su capacidad financiera, siempre es tranquilizador leer en el periódico que los precios continúan su ascenso. En cambio, siempre en el mismo periódico, si el rumor de una subida de los tipos de interés nos obliga a pensar en acrobacias presupuestarias, no es lo que podríamos llamar un progreso.
El alojamiento, tanto si se alquila como si se compra, representa un gasto. Regla general: cuanto más grande y lujoso es el alojamiento, mayor es el gasto. ¿En qué se basa el atractivo de la propiedad? Espacio y comodidad.
Los aspectos positivos del alquiler
Ser inquilino también presenta riesgos, el más importante sigue siendo el peligro de expulsión. Se puede caer sobre un propietario negligente, incluso detestable, pero es la excepción. Puedes lidiar con vecinos problemáticos, pero también existen en los suburbios y en los condominios.
Sin embargo, el alquiler ofrece ventajas apreciables.
El aumento de los precios de los alquileres está controlado. Los alquileres han aumentado para los que se mudan a un nuevo apartamento, pero la gran mayoría de los inquilinos pagan mensualidades establecidas en arrendamientos firmados hace algunos años.
No se tiene que cortar el césped ni recoger la nieve (en copropiedad tampoco, es cierto).
Los costos de mantenimiento del inmueble quedan acargo del propietario, al igual que la factura del electricista o del fontanero cuando se produce una rotura. Cada vez más hogares que han pasado la etapa de la familia prefieren volver a un apartamento, a barrios animados, es menos problema.
El alquiler ofrece más flexibilidad y mayor libertad. En caso de cambio de trabajo o separación, es menos complicado abandonar su vivienda.
Entiendo el atractivo de la propiedad, pero la vida puede ser más dulce en alquiler.
¡Inquilinos, desháganse de sus complejos!
Fuente: Journal de Montreal
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