Las heladas y las tormentas de granizo arrasaron con los viñedos en las etapas más delicadas de producción, provocando enormes pérdidas en todas las provincias vitivinícolas. En consecuencia el volumen de cosecha será extremadamente bajo y, según los referentes del mercado, el impacto en los precios al consumidor final será inevitable.
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La tasa de referencia se mantuvo sin cambios en las últimas semanas, pero los precios aceleraron y cambiaron las reglas de juego.
Según el pronóstico del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en la temporada 2022/2023 se cosecharán solo 15.252.900 quintales de uva, lo que representará una caída del 38,7% en relación al promedio de los últimos 20 años. Por si fuera poco, será la cosecha más baja desde que se tiene registro.
Con solo ver los números de las últimas dos décadas se puede tener una idea clara de la magnitud en la caída en la producción. El volumen de cosecha de la temporada 2021/2022 ya era considerado “bajo” y ahora se anticipa una retracción mucho mayor.
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De hecho, algunos referentes del sector aseguran que los números finales podrían ser aún menores a los pronosticados. “En nuestro caso hemos definido a la estimación del INV como ‘optimista’, a raíz de la magnitud del daño que han tenido los viñedos por las heladas, las tormentas graniceras y la sequía, a lo que se suma una tendencia declinante de muchos viñedos que no han podido ser atendidos como corresponde en los últimos años y han ido perdiendo capacidad productiva”, comentó Mauro Sosa, Director Ejecutivo del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este (Mendoza).
También Carlos Fiochetta, Gerente de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) coincidió en que existe un consenso generalizado respecto a que la cosecha va a ser más baja, por las heladas y el granizo. “He hablado con productores y bodegas de Mendoza, San Juan, el norte del país y la Patagonia; todos concuerdan en que habrá menos uva”, lamentó.
El escenario para los productores y las bodegas es alarmante, pero bastante claro. Ante la escaza cantidad de uva, es inevitable que los precios se disparen, o al menos escalen varias posiciones. La incógnita es cuánto aumentarán y qué impacto tendrán sobre el bolsillo de los consumidores.
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Martín Hinojosa, presidente del INV, destacó que Argentina está en víspera de una de las cosechas más bajas de los últimos años y reconoció que eso “genera movimientos en los precios que van a repercutir en la góndola”. Sin embargo, aseguró que las subas tendrán un límite. “La industria vitivinícola es muy competitiva y no puede aumentar indiscriminadamente, porque cae el consumo. El sector siempre prioriza mantener los niveles de consumo”, declaró.
Sosa, en tanto, explicó que es muy frecuente ver a productores que creen contar con determinado volumen de cosecha y a la hora de levantar la uva, se dan cuenta que no tienen ni la mitad. “Eso ha ido provocando que los precios de las uvas se modifiquen a medida que pasan los días”, subrayó.
“Si la oferta de uva sigue siendo tan limitada y los stocks de vinos tan acotados (se estima que hay seis meses de stock técnico), indudablemente ese mayor costo se va a trasladar al precio del vino en góndola”, remarcó el representante de los productores.
Se mostró de acuerdo Fiochetta, quien sostuvo que efectivamente la escasez va a impactar en los precios, aunque aclaró que va a ser difícil de cuantificar la magnitud. “En los vinos básicos las subas van a estar reguladas por el poder adquisitivo de los consumidores. Si nos vamos mucho de precio, nos vamos a hacer inaccesibles. También van a estar condicionados por lo que haga la competencia, principalmente la cerveza”, opinó el referente de Coviar.
“En segmentos medios y altos va a poner un freno el poder adquisitivo. En estos casos suele pasar que disminuye la cantidad de vino comprado por cada consumidor, aunque no la frecuencia con la que compra”, agregó.
Sosa también consideró “difícil” estimar hoy un porcentaje de incremento del vino en góndola, pero coincidió en que hay cierto margen aplicar subas, debido a que las bebidas sustitutas -como la cerveza- también han incrementado sus precios. “El problema es que estamos en un contexto inflacionario en el que todos estamos involucrados. Hay que trabajar para que los consumidores no se alejen del vino, pero garantizando que ninguna bodega venda el vino a pérdida”, sumó Mauro Sosa.
Por lo pronto, las estadísticas más recientes publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), señalan que en los últimos doce meses el precio promedio del litro de vino común aumentó 131%, mientras que el litro se cerveza subió 151%. En ambos casos superaron considerablemente al IPC general de ese período, que fue de 98,8 por ciento.
Fuera de esto, Carlos Fiochetta sumó que, a la hora de hablar de precios, se debe considerar que, además del valor de la uva, en el vino inciden muchos otros elementos, como los corchos, las botellas, las tapas, el tetra brik (en los multilaminados), las cápsulas y toda clase de insumos.
En resumen, los referentes del mercado concuerdan en que los precios subirán y serán la competencia y el bolsillo de los propios consumidores los que pondrán el freno. Mientras tanto, la inflación y las subas de costos permanentes seguirán presionando la rentabilidad de toda la cadena productiva.
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