Santo Domingo. Como si se tratase de un mercado cualquiera, vendedores ambulantes mantienen sus puntos de ventas de comida, ropa y una variedad de mercancías que cuelgan en la pared del hospital Francisco Moscoso Puello.
Los vendedores siguen en el lugar, a pesar de que a mediados del año pasado fueron desalojados por la Alcaldía del Distrito Nacional (ADN).
Un fuerte olor a aceite rehusado, moscas, palomas y perros callejeros se mezclan con los diversos puestos de comida en las aceras del centro de salud.
Empanadas, tostadas, frituras, frutas, jugos, ropas y zapatos, son solo algunos de los artículos que se consiguen en aquel improvisado mercado.
Se pueden apreciar triciclos cargados de grandes cubos con jugos; otros llenos de comida que son adquiridas por pacientes y empleados del hospital, que hacen filas para comprar.
Quejas de los buhoneros. Cubierto por una grande y vieja sombrilla se encuentra el puesto de empanadas de “Bebeto”, como todos le conocen.
A diferencia de otros sitios, este se encontraba libre de moscas; el aceite se veía nuevo y el caldero recién brillado; un lugar muy frecuentado.
Bebeto dice tener más de 15 años con su puesto, y se quejó de los deseos que ha mostrado el alcalde del Distrito Nacional, David Collado, de quitarle el sustento a él y su familia.
Dijo sentir miedo a ser desalojado del lugar.
En esa misma situación se encuentra Alfredo de León, quien dice tener más de 30 años vendiendo tostadas y jugos en los alrededores del Moscoso Puello, con lo cual mantiene a sus cuatro hijos, su esposa y su madre.
“No quiero que me quiten el sustento, porque yo no tengo otra cosa de que vivir; con esto ayudo a mi familia, además, tengo dos hijos que van a la universidad y tengo que ayudarlos”, expresó consternado.
Otro que se encuentra en la misma situación es Bolívar Jiménez, de 56 años, quien lleva 15 años como buhonero.
Dijo que le desagrada la actitud del síndico, y lo describió como una persona de “corazón duro”.
“El alcalde no piensa en los pobres, él trabaja para los ricos; parece que olvidó que quienes lo llevaron ahí fueron los pobres”, manifestó indignado.
Jiménez tiene un carrito de frutas.
Aproximadamente 40 familias se benefician de este negocio informal, y con la remodelación del hospital y las amenazas por parte de las autoridades temen quedarse sin su fuente de sustento.
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