Al menos una veintena de grupos de investigación y farmacéuticas en todo el mundo buscan la manera de desarrollar nuevas vacunas o antivirales que alivien la enfermedad que provoca el nuevo coronavirus. Los ingentes esfuerzos dedicados a su desarrollo permiten pensar que se acortarán los tiempos habituales, pero los expertos tienen serias dudas de que una vacuna viable llegue antes de 2021. Conseguirlo para entonces ya sería un pequeño milagro. Después, también hará falta tiempo y capacidad de producción para que esa vacuna útil llegue a los millones de personas de todo el mundo que pueden necesitarla.
“Las vacunas que hay en marcha están en sus primeras fases, algunas son prometedoras, pero tienen que ser eficaces y seguras, y tener capacidad de producción suficiente para las necesidades globales, así que será un periodo largo”, ha advertido hoy Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias sanitarias. “Que existan no quiere decir que estén disponibles”, ha añadido, en rueda de prensa.
Las dos vacunas que están más avanzadas son las que están desarrollando China y Estados Unidos. El país asiático anunció ayer que ha acelerado en la carrera por ser el primer país en encontrar un remedio para la Covid-19. El Ministerio de Defensa ha confirmado por medio de un comunicado emitido en la noche del martes que su primer prototipo de vacuna contra el coronavirus ya está listo para realizar ensayos clínicos. Este proyecto ha sido desarrollado por una empresa privada, CanSino Biologics, localizada en Tianjin –ciudad portuaria cercana a la capital–, en colaboración con la Academia Militar de Ciencias Médicas. Desde ayer, los responsables del proyecto buscan voluntarios para llevar a cabo las primeras pruebas en seres humanos: los candidatos deben ser sujetos sanos, con edades comprendidas entre los 18 y los 60 años y no haber padecido la dolencia en el pasado. No obstante, aun en caso de que los ensayos fueran exitosos, la vacuna no estaría lista para su comercialización hasta dentro de un mínimo de 12 meses.
El equipo de investigación está liderado por la bioingeniería y comandante Chen Wei, quien comenzó a trabajar en el proyecto cuando ella y su equipo llegaron a Wuhan, epicentro de la pandemia, a finales de enero. El resultado es una vacuna de subunidad, una fórmula de nueva generación que solo contiene ciertos antígenos específicos sin patógenos, por lo que es contemplada como más segura que las técnicas tradicionales. “La vacuna no tiene sustancias infecciosas, es muy segura y estable y requiere una sola inoculación”, explicaba el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Hubei en su reclamo en busca de voluntarios.
Aun en caso de que los ensayos fueran exitosos, la vacuna china no estaría lista para su comercialización hasta dentro de un mínimo de 12 meses.
Este anuncio llega apenas un día después de que Estados Unidos comenzará la primera fase de los ensayos clínicos de su propia vacuna experimental. Se trata de un proyecto financiado por el Instituto Nacional de Salud y desarrollado por la biotecnológica Moderna. Este, a diferencia de la alternativa china, emplea una tecnología conocida como ARN mensajero (ARNm), la cual copia el código genético del virus en lugar de transmitir una versión atenuada del propio virus. Hasta la fecha, ninguna vacuna que emplee la fórmula ARNm ha sido aprobada para su uso en seres humanos. La vacuna consiste en dos pinchazos en el brazo, uno ahora y otro dentro de 28 días. El objetivo es observar la seguridad de diferentes dosis. Se espera que el ensayo haya terminado en unas seis semanas.
La proximidad de ambas fechas subraya el cariz competitivo que ha adoptado la búsqueda de una solución a la pandemia que ha paralizado al mundo. Así lo hacía explícito el Global Times, tabloide oficial chino, en las primeras líneas del artículo en el que informaba del avance. “Alrededor de 19 horas después de que EE UU anunciara que comenzaba las pruebas en humanos para la primera vacuna contra el coronavirus, China ha revelado sus propias pruebas (…), mostrando que las dos primeras economías van a la par en la carrera por solucionar esta crisis de salud pública”.
Esta cuestión reviste una gran importancia para el Partido Comunista Chino (PCCh), que busca aprovechar la positiva evolución de las infecciones en su territorio para cimentar su imagen de potencia global responsable y sacudirse cualquier responsabilidad en lo sucedido. El primer objetivo de esta ofensiva propagandística ha sido levantar una nueva narrativa que empieza por poner en duda el origen de la pandemia. Tanto es así que la semana pasada un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores llegó a lanzar la hipótesis de que el ejército norteamericano hubiera plantado el virus en Wuhan.
Este es uno de los motivos que explican el ímpetu por tomar la delantera en la búsqueda de un tratamiento contra la Covid-19. Hace dos semanas, el presidente chino, Xi Jinping, apremió a acelerar la producción de vacunas y medicamentos durante su inspección de la Academia Militar de Ciencias Médicas. Hasta 1.000 científicos chinos están participando en esta campaña nacional, con nueve proyectos en marcha recurriendo a cinco técnicas diferentes, como vacunas inactivadas, de vector viral o genéticas, las cuales se encuentran en diferentes fases de desarrollo. De esas nueve alternativas, el proyecto de CanSino y la Academia Militar de Ciencias Médicas es la más avanzada.
China también cuenta con un prototipo de vacuna ARNm, al estilo estadounidense, en la cual investigan un equipo conjunto del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades, la Universidad Tongji de Shanghái y la empresa Stermina. Esta alternativa está siendo testada en animales y se espera que alcance la fase clínica a mediados de abril. “La capacidad de investigación y desarrollo de vacunas en China es, en términos generales, una de las más avanzadas del mundo”, afirmaba ayer en rueda de prensa Wang Junzhi, experto en control de calidad de productos biológicos e investigador en la Academia China de Ciencias Sociales. “No seremos más lentos que otros países”, sentenció.
Una cuestión de tiempo
El problema de la velocidad es fundamental. Donald Trump, reunido con los ejecutivos de las principales farmacéuticas de EE UU, pidió tener una vacuna lista para las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre. Pero eso es imposible. Según apuntó Anthony Fauci, director del Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas, al menos sería necesario un año y medio para tener lista una vacuna.
En condiciones normales, el desarrollo de una nueva vacuna puede tomar una década. En el caso de los esfuerzos para frenar el coronavirus, hay parte del camino hecho por la investigación sobre virus como el MERS o el SARS, que son de la misma familia, pero hay cuestiones como las pruebas de seguridad que requieren tiempo para ver los efectos del nuevo fármaco. Algunas vacunas prometedoras se quedan por el camino porque agravan la enfermedad que tratan de prevenir.
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