OSCAR VIGIL / TORONTO /
Sencillo, modesto, humilde, pero con un corazón y un nivel intelectual y artístico digno de emular, el periodista Francisco Reyes se ha convertido sin duda en pieza clave para diferentes entidades de la comunidad hispana. Y eso no pasa desapercibido, pues el gobierno de la provincia de Ontario le entregó un merecido reconocimiento por su Servicio Voluntario.
Colaborador leal de este medio de comunicación, así como también de otras entidades comunitarias, religiosas y sociales de la comunidad hispana, Francisco Reyes recibió el merecido reconocimiento la semana pasada en un acto donde fueron galardonadas varias decenas de personas altruistas de la sociedad canadiense.
Se trata de la ceremonia de Premiación del Servicio Voluntario de Ontario, la cual es llevada a cabo año con año por el gobierno provincial y en la que se reconoce el aporte de personas que se destacan por su contribución voluntaria a las entidades de servicio del país.
El periodista Francisco Reyes al momento de recibir su reconocimiento por su trabajo voluntario
Los Premios al Servicio Voluntario de Ontario reconocen a voluntarios individuales por sus años continuos de compromiso y dedicación al servicio de una organización. Las personas adultas son reconocidas por cinco, 10, 15, 20, 25, 30, 40, 50 y 60 años de servicio continuo, mientras que los jóvenes (menores de 24 años) son reconocidos por dos o más años de servicio continuo. Este año, más de nueve mil residentes de la provincia recibieron este galardón.
Al preguntarle a Francisco Reyes cómo se sentía por haber recibido el reconocimiento, su primera reacción fue que jamás pensó que algún día sería recompensado por su voluntariado.
“Es la primera vez que recibo un reconocimiento público por mis servicios a las organizaciones comunitarias y es el mejor pago que recibo, porque su valor no es perecedero”, explicó.
Agregó que desde los 11 años de edad ha hecho voluntariado, empezando con los Boys Scouts, reforestando ríos y montañas en su país de origen, República Dominicana. “A los 16 años trabajé en una campaña nacional para la creación del Instituto Dominicano de la Lepra. Coordinado por un diácono Jesuita, hice varios años de servicios comunitarios en el Grupo de Promoción Social y construimos una iglesia, que hoy es parroquia. Por años, rendí mis servicios al Museo Folclórico Tomás Morel y al Archivo Histórico de Santiago, la ciudad de donde procedo. En Canadá ha sido diferente, he tenido que adaptarme a circunstancias”, apuntó.
Sin embargo, a pesar de toda su trayectoria, dice, “siento que he dado muy poco, menos de lo que sé que puedo dar. A veces ofrezco mis servicios en asuntos culturales y artísticos, pero no siempre me permiten exponer ideas nuevas y creativas en los grupos a los que pretendo servir. Siento el bloqueo”, afirma.
La crítica es definitivamente una de sus virtudes, o de sus defectos, según quien lo vea. Y eso queda claro al preguntarle qué significado tiene este tipo de reconocimientos para la comunidad hispana.
“A veces estos reconocimientos tienen un objetivo muy personal”, responde, pero de inmediato trata sin éxito de enmendar y agrega que no obstante “es bueno que se hagan para que muchos miembros de la comunidad que no dan importancia al trabajo voluntario, si se quiere por indiferencia, falta de compromiso y porque no dan su tiempo libre a nadie si no es por un mendrugo de pan, vean que a diario se actualiza la máxima evangélica de que ‘Hay más placer en dar que en recibir’. Dando es como ayudamos a construir una comunidad más fraterna, más justa, dinámica y alegre”, asegura.
Pregunta: ¿Cuál es tu historia de voluntariado en Canadá?
Respuesta: “Me inicié en el voluntariado en la ciudad de Peterborough, Ontario, colaborando en un Show Aéreo, en 1991. También, en campaña de limpieza de las orillas de ríos y arroyos. En Toronto, comencé en 1999. Colaboré con un seguimiento de prensa con la primera Caravana de la Esperanza para las víctimas de los terremotos de enero y febrero del 2001 en El Salvador. He colaborado con diferentes organizaciones comunitarias locales, cubriendo eventos y elaborando notas periodísticas. Además, he dado un poco en lo que más me gusta: las actividades artísticas y culturales. Es algo inseparable de mi quehacer cotidiano”.
Actualmente Francisco Reyes colabora en grupos apostólico de la Iglesia San Felipe Nery, en Toronto, en la organización de Alcohólicos Anónimos, y también en la Canadian Human Rights International organization (CHRIO).
Reflexionando sobre el reconocimiento recibido, el periodista dice que con frecuencia ha escuchado a personas decir que no dan su tiempo libre a nadie, que si no ven dinero de por medio no dan ni la hora. Pues bien, señala, “el voluntariado nos enseña a romper con el egoísmo humano. Nos hace solidarios, nos abre hacia nuevas amistades y nuevos horizontes. Nos permite, cuando llega su momento, alcanzar el puesto de empleo que soñamos. Esa ha sido mi experiencia canadiense”.
Para finalizar, exhorta particularmente a los recién llegados a Canadá para que vean la posibilidad de insertarse en la sociedad canadiense a través del voluntariado. “Una o dos horas a la semana nos ayudan a nuevas perspectivas y dejamos de sentirnos extraños en este país que hemos escogido por el resto de nuestras vidas”, aseguró.
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