Hace más de un siglo, los pioneros de la aviación repentinamente abandonaron la fabricación de tambaleantes máquinas voladoras de madera con cables que, físicamente, deformaban las alas recubiertas de tela.
En su lugar, constructores como su archirrival, Glenn Curtis, idearon alerones, una superficie móvil sobre el ala que ayuda a girar al avión.
En parte el cambio se introdujo para burlar la patente de los Wright, pero también porque la constante flexión de las alas de madera podía ocasionar daños estructurales.
Desde entonces, la aviación ha estado unida a estas superficies de control con bisagras. Timones, elevadores, flaps, alerones y spoilers funcionan con ese principio, cambiando el ala o la cola para ayudar al aparato a moverse en determinada dirección.
Sin embargo, esta tradición en diseño podría ser modificada cuando los investigadores en Europa y EE.UU. comiencen a aprovechar los materiales más fuertes y elásticos del presente, y motores que cambian la forma de las alas.
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