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A 3 años del ASPO: claroscuros de una medida pandémica global
Pocas sensaciones provocan tanto desasosiego y angustia como recordar los inicios nebulosos y aciagos de la pandemia global más disruptiva de la historia moderna. Aquel viernes 20 de marzo de 2020 marcó un hito en la historia argentina y será recordado por todos: el gobierno nacional daba inicio por decreto al Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), a 9 días de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hubiera declarado el estado de pandemia por el COVID-19. De esta forma, en el país se adoptaba una medida que fue pionera para contener el avance del coronavirus y que contó con el consenso de los principales infectólogos del país. Además, la norma sumó entonces un acuerdo político con escasos precedentes para los argentinos.
Por el Decreto 297/2020 que llevó la fecha del día anterior, 19 de marzo, el gobierno ordenó el “aislamiento social, preventivo y obligatorio, por un plazo determinado, durante el cual todas las personas deberán permanecer en sus residencias habituales o en el lugar en que se encuentren y abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo”. En un comienzo se dispuso hasta el 31 de ese mes, pero luego se extendió varios meses más, en el caso del AMBA, hasta el 9 de noviembre.
Cuando se dispuso este primer período de ASPO el país contaba con 97 contagios, en 11 de las 24 jurisdicciones, de los cuales 3 habían fallecido. Uno de los principales motivos que llevaron a la adopción de la medida fue la falta hasta ese entonces de vacunas contra el nuevo SARS-CoV-2 y también de tratamientos antivirales. Esto hizo que los especialistas en su conjunto acordaran la necesidad imperiosa de establecer el aislamiento y el distanciamiento social que permitiría hacer frente a la situación epidemiológica y contener el impacto sanitario del COVID-19.
Para reforzar el análisis del ayer de la pandemia, es valioso empujar el tiempo disruptivamente hasta hoy: el coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad COVID-19, ha provocado hasta principios de marzo de 2023 más de 600 millones de casos en el mundo y más de 6,8 millones de muertos, según el recuento independiente de la Universidad Johns Hopkins, que monitorea la situación del coronavirus con los datos generales de todos los países del mundo desde el principio de la pandemia.
Para ser exactos, el total de muertos por COVID suma hasta hoy 6.881.955 de personas; mientras que el total de casos es de 676.609.955. Como luz de esperanza y reparación ante tanto drama humanitario, la ciencia global y de manera profundamente mancomunada generó vacunas contra COVID de todo tipo —tradicionales e innovadoras— en tiempo récord, que luego de pasar una crisis de acceso, hasta hoy el total de vacunas administradas es de 13.338.833.198 (expresados en billones de dosis).
Días después de anunciar el ASPO, el presidente Fernández anunciaba la suspensión de clases, el cierre de fronteras por 15 días, cierre de cines y teatros y cierre de shoppings, entre otras medidas que generaban contacto social y aglomeraciones de personas. “Sabemos que todos los casos que hemos tenido de coronavirus son importados y tenemos que tratar que tarde lo más posible en transformarse en un virus autóctono. Seguramente eso en algún momento va a ocurrir, pero ganar tiempo es muy importante. Ganando tiempo podemos administrar la cuestión sanitaria”, afirmó.
El fuerte aislamiento funcionó en forma eficaz durante varias semanas y luego, con el transcurso de los meses, perdió efectividad a medida que continuaban sus prórrogas sin hacer hincapié en las medidas de prevención y testeo correctas para identificar a los infectados y aislarlos. Fue así que nueve meses después Argentina llegó a la increíble cifra de 40.000 muertos por coronavirus, situándose en el puesto número 11 (de 194 naciones) en la cantidad de mayor número de fallecidos y también en el mismo lugar del ranking de países en cantidad de muertos por millón de habitantes, según datos precisos de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos. Ese mismo ranking estableció que oficialmente Argentina estaba en el puesto nueve en mayor cantidad de infectados en todo el mundo, con casi 1,5 millones.
El reconocido infectólogo Pedro Cahn, integrante del Comité de Expertos que asesoró al Gobierno nacional sobre la estrategia sanitaria dijo en una entrevista con Infobae en junio de 2020: “Es mentira decir que la nuestra es la cuarentena más larga del mundo”.
Ante las críticas por la duración y la rigidez de las restricciones el infectólogo señaló: “Es mentira que existe un gobierno de los infectólogos, a nosotros no nos votó nadie; y al contrario de lo que piensan muchos, asesoramos al presidente y al Ministerio de Salud con mucha dedicación, compromiso y no cobramos un solo peso”.
El ránking de los países con más casos notificados estaba encabezado por Estados Unidos (103.804.263 casos), seguido de India (44.690.738), Francia (39.866.718 casos), Alemania ( 38.249.060 ) y Brasil (37.085.675).
Entre los países que más muertes notificaron está nuevamente Estados Unidos con 1.123.836 decesos, por delante de Brasil (699.310 muertos), India (530.779), Rusia (388.521) y México (333.188)
El mundo se sumió en una crisis sanitaria sin precedentes y los aislamientos realizados en tiempo y forma y sin extenderse con desmesura en el tiempo, ni flexibilización ayudaron, sin duda, a implementar las medidas de cuidado social, que fueron simples y muy eficaces para en el tiempo sin vacunas poder acotar la potente transmisibilidad del virus SAR-COV-2.
Agregó el infectólogo Cahn en aquella entrevista, “recuerdo cuando al principio de la pandemia la gente pedía ¿por qué no testean más? Bueno, tal vez ahora comprendan: el 90% de las personas que testeábamos eran PCR negativos. Había una positividad muy baja, y si en aquel comienzo de la pandemia hubiésemos seguido testeando, lo único que íbamos a determinar era una negatividad muy alta. Además desde que comenzó la pandemia, fue cambiando la definición de caso por COVID-19, se fueron agregando síntomas (como la anosmia y disgeusia, la falta de olfato y gusto respectivamente). Es decir que fuimos adaptando las políticas y estrategias epidemiológicas frente a las realidades con las que nos íbamos enfrentando”.
“Hay gente que por ahí honestamente está cansada de la cuarentena. Lo entiendo porque yo también estoy cansado, pero subrayo que estamos sacrificando parte de nuestra vida diaria entre todos para evitar un mal mayor. No todo el mundo pasa la cuarentena de la misma forma. Entiendo perfectamente que mucha gente está angustiada pero esto es por un bien superior, salvar la vida de la gente”, agregó Cahn.
Adolfo Rubinstein, ex ministro de Salud de la Nación, explicó en diciembre de 2020 que en la Argentina no hubo un pico de infecciones como sucedió en EEUU o Europa y que sí hubo un aumento acelerado de casos, una curva empinada. “La cuarentena temprana amortiguó la pendiente de la curva, pero nunca se bajó el número de casos. Funcionó bien durante los dos primeros meses, pero luego no se preparó una respuesta comunitaria para contener y frenar al virus. La misma requería más testeos, más trazados, más equipos destinados a esas tareas, como se hizo muchísimo más tarde con el plan Detectar”, agregó el ex funcionario.
El 9 de noviembre de 2020, después de casi 8 meses de duración, el presidente Fernández anunció la culminación del ASPO en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), a la vez que dio el comienzo de una nueva etapa que se impuso bajo el concepto de distanciamiento (DISPO).
Ese día Lautaro de Vedia, médico infectólogo, ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), dijo a Infobae: “Es razonable interrumpir este aislamiento y recurrir a una forma más liviana como es el distanciamiento y que a su vez deja espacio para el ejercicio de la responsabilidad individual que es lo que debe primar por encima de todo. Tenemos que tomar distancia, no reunirnos en cantidades de gente, usar siempre el barbijo”.
Eduardo López, infectólogo e integrante del Comité de Expertos que asesoró al gobierno y recomendó la ASPO, había señalado que “había llegado el momento de flexibilizar algo en lo social y también algo en lo económico productivo”.
La doctora Cristina Freuler, médica infectóloga y jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán, sostuvo “las muertes son proporcionales a los números de contagio. Es verdad que es fácil hablar con el diario del lunes, pero quizás hubiese sido más atinado hacer una cuarentena importante y bien restrictiva solo al principio de esta pandemia para reforzar el sistema sanitario. Estuvimos casi dos meses con una cuarentena estricta y sin casos. Si uno en ese momento hubiese aflojado las medidas, es probable que ahora, al aumentar los casos, uno la pudiera endurecer nuevamente y todos la respetarían más”.
En la Ciudad de Buenos Aires en particular y luego se extendió al resto del país, llegó el debate sobre si en el marco del ASPO se podía practicar running u otros deportes o si por el contrario, éstos podían colaborar en generar aglomeración de personas y propagar el virus. Infobae entrevistó en ese entonces al protganista del debate público, el médico infectólogo Luis Cámera, quen también integraba la mesa de expertos asesores ¿Cree usted que esta especie de “fiebre running” tiró por la borda las medidas que el equipo de expertos le brindó al presidente?, preguntó Infobae.
—No creo que ver cientos de corredores haya tenido un impacto epidemiológico significativo. Pero sí tuvo un impacto político que de alguna manera generó un poco de lío. Yo quisiera disculparme con los runners, a lo mejor se sienten perseguidos personalmente. No es para nada la intención. El hecho es que no tuvieron el cuidado de estar todos alejados y separados. Y en esta etapa de la pandemia, es un punto fundamental.
Hace pocos días, el Ministerio de Salud de la Nación presentó los datos de estadísticas vitales de 2021, allí se mostró que el exceso de mortalidad en Argentina fue, ese año, del 26,3 por ciento. Si se toma en cuenta el bienio 2020-2021, el exceso de mortalidad fue del 18,2 por ciento, uno de los registros más bajos de América Latina.
El exceso de mortalidad es una metodología que compara el número total de muertes esperadas, de acuerdo a un promedio de años anteriores, con las muertes efectivas que ocurren durante una crisis (epidemia, pandemia, catástrofe) en un período y lugar determinado.
Cuando las muertes contabilizadas resultan más que las muertes esperadas se considera que hubo exceso de mortalidad; cuanto mayor sea este índice, más grave puede considerarse el impacto de la pandemia. Este indicador incluye tanto las muertes por COVID-19 como a aquellas vinculadas directamente a la pandemia, aunque no sean porcoronavirus pero vinculados a la emergencia sanitaria (por ejemplo, por desborde del sistema de salud, problemas de acceso a la prevención y tratamientos de otras condiciones de salud, etc.).
“Lo que pasó fue una tragedia humanitaria que nos va a atravesar durante mucho tiempo, y hay que ponerlo en valor y hablarlo para poder seguir adelante”, señaló la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, el 4 de marzo último, al cumplirse tres años del primer caso registrado de COVID-19 en el país.
Y agregó: “En honor a la memoria de quienes fallecieron, a los equipos de salud, a quienes pusieron todo en estos tres años, recordar siempre es importante para aprender, para redoblar los esfuerzos y para sanar”.
El aislamiento que en un principio iba a durar hasta el 31 de marzo de 2020, comenzó a extenderse con el paso de las semanas. Primero se aplazó hasta el 10 de abril y luego hasta el 26 de ese mes. Cada aproximadamente 15 días se oficializaba una nueva prórroga.
De a poco, empezaron las flexibilizaciones. El 24 de junio, se estableció en 19 provincias el “Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio” (DISPO), que permitía el regreso de algunas actividades siempre y cuando se respetaran los protocolos sanitarios. Buenos Aires y la Ciudad, que eran los distritos que más casos registraban, no tuvieron ese beneficio.
El DISPO recién llegó al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) el 9 de noviembre, casi nueve meses después del comienzo del aislamiento. De esa manera, las personas quedaron habilitadas a circular dentro de la ciudad donde residían. Ya en 2021, gracias a la llegada de las primeras vacunas, algunos distritos como la Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Santa Fe, Santiago del Estero y Jujuy aplicaron el regreso a la presencialidad en las clases.
Sin embargo, en mayo de 2021 comenzó la segunda ola de contagios y la situación se recrudeció. Ante el peligro de colapso en el sistema sanitario y el vertiginoso aumento de los casos positivos, se dio marcha atrás y se estableció una nueva cuarentena estricta de nueve días. Esa fue la última de ese tipo que vivió el país.
En total, la Ciudad de Buenos Aires atravesó 234 días de aislamiento divididos en dos fases: la primera entre el 20 de marzo y el 9 de noviembre de 2020, mientras que la segunda desde el 21 y el 31 de mayo de 2021. Sin embargo, el récord de la cuarentena más larga del mundo pertenece a la ciudad de Melbourne, Australia, donde tuvo una duración de 262 días.
En el primer año de la pandemia, se registraron 2,1 millones de infectados y 52.000 muertos por coronavirus; en el segundo año, 9 millones de contagios y 127.000 víctimas fatales, mientras que en este tercer aniversario, los casos acumulados superan los 10 millones y los fallecidos son poco más de 130.400.
En febrero de 2021, expertos de la Universidad de Oxford clasificaron las respuestas pandémicas de 180 países en función de cuán estrictos fueron sus confinamientos. Argentina vivió uno de los bloqueos más estrictos del mundo y en lo que respecta a América Latina se ubicó en el quinto lugar junto a Chile.
Los investigadores clasificaron las respuestas a la pandemia de 180 países en el que observaron cómo las restricciones de COVID-19 han afectado las escuelas, oficinas, reuniones sociales, viajes internacionales y la libertad de salir de casa.
Cada país recibió una puntuación en una escala del 1 al 100, en el que Argentina obtuvo una puntuación de 85.19. A nivel mundial, Cuba (83.33), Israel (85.19), Reino Unido (86.11), Honduras (87,96), Eritrea (89.81) y Líbano (90.74) también tuvieron medidas más estrictas.
Con la colaboración de Myrna Leal y Belén Filgueira
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